Es un cóctel seco, elegante y bien argentino. Lo creó el legendario barman Santiago Policastro (Pichín) en 1935, para tener un cóctel nacional que estuviera a la altura de los famosos tragos americanos. ¿Qué lleva?

Se creó en una época en la que el Dry Martini aún se preparaba con 1/2 parte de vermut seco, 1/2 de London Dry Gin y unas gotas de Orange Bitter. Un trago así quizás era medio flojo para el porteño acostumbrado a la copa de ginebra holandesa pura en la mañana

Por eso, Pichin contraatacó con más gin: según el libro «Tragos Mágicos» (1955), se prepara con 90g de London Dry Gin y 10g de vermut seco, perfumado con piel de limón. Mucho más bravo.

La idea de Pichín era tener un contendiente argentino para el Martini, el Manhattan o el cubano Daiquiri. En palabras simples: un Dry Martini criollo, pero mucho más alcohólico, adaptado a la personalidad porteña.

En 2006, bartenders de Nueva Orleans lanzaron la campaña «Save the Sazerac» para rescatar un clásico de su ciudad. Esa idea resonó en Buenos Aires e inspiró a Federico Cuco, Martín Auzmendi y Claudio Weisffeld a armar una cruzada local: rescatar al olvidado Clarito.

A la movida también se sumó Daniel Estremadoyro, bartender e historiador. La campaña no tenía fines de lucro: crearon una carta por mail, le sumaron imágenes de Pichín, el Barman Galante y el Decálogo del Barman, y comenzaron a reenviarla como un manifiesto secreto.

Un día imprimieron todo, le sumaron pines que decían «Salvemos al Clarito», y salieron a repartirl por las barras de hoteles 5 estrellas del centro porteño. El pedido era simple: que durante septiembre pusieran el Clarito en sus pizarras, con la marca de gin que quisieran.

Eligieron ese trago porque era accesible: todos los bares tenían gin y vermut, y si les faltaba, es una botella barata que se consigue en cualquier super. Pero era una excusa para hablar de Pichín, del rol del bartender, de la coctelería argentina como identidad cultural.

Al principio muchos no sabían quién había sido Pichín ni conocían su decálogo, ese manifiesto de valores. Había algo de descubrimiento y redención. Desde entonces, Cuco nunca dejó de hacer algo cada septiembre. El Clarito se convirtió en un ritual, una celebración de lo nuestro.

En 2008, formalizaron la campaña bajo el lema «Salvemos al Clarito». La propuesta era tan abierta como poética: ponerlo en las pizarras, sugerirlo en la barra, prepararlo en casa, invitarlo a un amigo.

Y la respuesta fue tan amplia como inesperada: se sumaron más de 50 bares en Argentina, México, España, Australia y EE.UU. Bartenders clásicos y modernos, solistas o de asociaciones, mediáticos y de perfil bajo. Todos, con una copa en la mano y una historia para contar.

El Clarito, ese trago simple y directo, se volvió símbolo. Se volvió homenaje. Se volvió excusa para hablar de identidad, de raíz, de memoria. Cuco y sus amigos querían que el país tuviera un cóctel propio, con carácter y con historia. Y lo lograron.

Años después, septiembre sigue siendo el mes del Clarito. En cada barra donde se sirve, se reactiva la red de aquellos románticos que un día decidieron hacer una cruzada quijotesca, de esas que no se hacen para ganar, sino para dejar algo plantado en el tiempo.

Como dijo Fernando Vidal Buzzi, uno de los primeros en apoyar la movida: «El Clarito era considerado un cóctel de machazos, ya que era más pateador». Pero también es un trago con carácter y memoria. Y eso, como bien saben los de la cofradía de la barra, nunca pasa de moda.

Clarito según @Fedecuco (versión 2025)

  1. 1. Pintar con limón el borde de una copa cóctel y luego ponerla a enfriar llenándola de hielo roto. En coctelera de vidrio colocar abundante hielo entero. Enfriar el vaso de composición y descartar el sobrante de agua.
     
  2. 2. Agregar 10% de Vermú tipo francés (Dry Martini, por ejemplo) y 80% de Gin Seco Llave Negra (un London Dry Gin).
  3.  
  4. 3. Colocar un trozo de piel de limón (exprimiendo los aceites dentro del vaso de refrescar) y revolver con cuchara de plata o metal plateado durante un minuto. Descartar el hielo de la copa. Servir colando y terminar con tirita de piel de limón.
  5.  

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