Hay tragos que nacen en hoteles de lujo, otros en barras de moda. Y después están los que quedan escondidos en manuales viejos, esperando que alguien los vuelva a despertar. El «Martín» pertenece a esa especie. Nacido en los 80s, revivido hace unos años en lugares especializados.

Año 1985. Campeonato de Campeones. El país venía de una década que había quemado todo, menos la manía de brindar. En ese torneo, un barman llamado Adolfo Gallo se lleva el título al «Trago Largo». Su criatura: un cóctel bautizado como una persona.

Imagen

El «Martín» era la foto exacta del paladar argentino de los 80: gin filoso, aperitivo tipo Gancia que abría el paladar, bitter metiendo un dulzor chic, ananá en pulpa para el toque kitsch tropical, y un final de espumante Extra Brut: sinónimo de elegancia doméstica.

Imagen

La gracia es que el cóctel se batía. Una herejía para puristas. Un guiño para criollos. La espuma del espumante peleándose con la fruta y el gin era puro ADN argentino: desprolijo, delicioso e inolvidable.

Imagen

La receta original:
-50 ml de gin
-40 ml de aperitivo tipo Gancia
-10 ml de bitter
-80 ml de pulpa de ananá
-completar con Extra Brut
Batido. Trago largo.

(Y si hoy si lo hacés con Gin Seco Llave Negra la cosa escala a nivel premium)

Imagen

El «Martín» sobrevivió décadas apenas en fotocopias amarillentas, cuadernos de barras que ya no existen, y memorias de bartenders que trabajaban con camisa almidonada y hielo grande. Como tantas cosas buenas de esa época, quedó guardado.

Imagen

Hasta que alguien lo vuelve a mezclar y pasa lo mismo: gin Llave, golpe de ananá, un líquido rojizo que sube, un final burbujeante que te mete de cabeza en 1985. Es una cápsula del tiempo servida en vaso largo.

Imagen

Hoy el «Martín» sigue vivo en lugares que saben, como Los Galgos, en Buenos Aires. Un bar que funciona como museo afectivo de la coctelería porteña: pisos gastados, mozos que saben más que internet, y una carta que respira historia. Ahí el «Martín» se encuentra a gusto.

Imagen

Pedís uno y pasa algo simple: sentís que se te sienta al lado un fantasma amable del ’85. Un tipo que huele a aftershave, pide soda, charla con el mozo de siempre y cree que la noche todavía puede mejorar.

Imagen

Los cócteles que vuelven son memoria líquida. El «Martín» es eso: el recuerdo de un país que siempre encuentra una excusa para brindar, incluso cuando todo está más o menos. Y volver a hacerlo con Llave Negra es darle un upgrade que no tuvo ni en su mejor época.

Chicharra: brasas y mar

Si bien su sello sigue siendo la carne, desde hace un tiempo vienen…

Qrudo, burgers con un sello personal

Menú corto con búsquedas exóticas, local rústico pero cool que no parece hamburguesería,…

La pelea por el origen del Martini

Dos ciudades de California se disputan su creación con anécdotas tan humeantes que…