Fui a conocer la sucursal nueva de Materia Prima en Pichincha, Pueyrredón y San Lorenzo. Se suma al local que tienen desde 2019 en zona de Tribunales. Muy buen bar con una atención realmente distinguida. No saben lo que es el Carlito de Osobuco.
La construcción es muy bella: una casona antigua de dos pisos que anteriormente fue vivienda, con el bar en planta baja. La vereda es mucho más generosa, solucionando un problema que tiene el original de Montevideo e Italia: mesas más amplias y banquetas cómodas.
Llamativo: siempre eligen esquinas. Las esquinas son lugares de encuentro: entre dos calles que se cruzan, de los autos que paran en un semáforo, de los vehículos que se disputan quién pasa en una bocacalle, de los transeúntes que doblan y se topan con otro.
Llego tipo 7, con el aire primaveral todavía imperante en la calle. Elijo una mesa afuera para esperar a mi amigo. Viene el camarero, con audífono, se presenta y me da la bienvenida con el vino y etcétera. Tienen una buena cantidad de mozos, que están super atentos.
Aprendan los otros bares: esto es una cortesía. Cuando te sentás te traen una copita de Chardonnay frío, un vaso de agua con hielo y unos palitos. Impecable. No cobran servicio de mesa y te sirven agua con hielo sin parar. Fue un gran comienzo de mi visita.
Termino la copa de chardo y pido mi vermut preferido. Por suerte lo tienen en carta. ¿Cómo me gusta tomarlo?: con hielo y apenas un chorro de soda. Pichincha se disfruta más casi puro. Si se puede, una rodaja de naranja o pomelo que corte el dulzor.
Todos los lugares que sirven Pichincha tienen algo especial. Acá lo que se impone en el cuidado del cliente, tratarlo como un amigo que llegó a tu casa. Creo que es el mismo espíritu que tiene este vermut. Otra vez: encontrarse.
Llega mi amigo. Decidimos picar varios platitos: primero unas aceitunas que fueron un lujo. Vienen verdes, rellenas con crema de roquefort y rebozadas, con una salsa suave de pimientos para mojar. Mucho sabor.
Le sumamos las milanesitas con puré: unas tiritas de milanesa de bola de lomo cortaditas sobre un colchón de puré mixto de papa y zanahoria para mojar, y regado con salsa barbacoa.
Viene un tercero: buñuelos de espinaca, kale y zanahoria, sobre puré de zanahorias y hummus con remolacha. También rico, cuidada la presentación y la receta.
Con tanta comida tuvimos que pedir vino. Tomamos unas generosas copas de Cabernet Sauvignon de bodega El Porvenir de Salta. Mucho cuerpo, picante en boca, a un valor apenas arriba de una pinta en una cervecería.
No me podía ir sin probar el famoso Carlito de Osobuco braseado y queso tybo. Muy sabroso, a la altura de su mito. Sale con papas. Lo recomiendo.
La noche se estiró y necesitamos postre. Alfajores artesanales hechos in house con packaging piola y todo. Uno de Bonobon blanco y otro de chocolate con almendras que compartimos por la mitad. Gloria.
Ya anocheció. La veredita está llena. Son más de las 10 pero todavía el ambiente está cálido. Para algunos la noche recién empieza. Yo ya me quiero ir a mi casa. Decido llamar un Uber, pero primero camino un par de cuadras por Pichincha.
Lo despido a mi amigo, que sigue su rumbo, y encaro. Necesito que la caminata me saque un poco la modorra de la comida, el vino y el vermut. Mis pasos van cerrando la noche después del caluroso abrazo de la comida, la bebida y la amistad.
Gracias @vermutpichincha por apostar a este tipo de contenido. Me encanta visitar esos rincones hermosos de los bares rosarinos para armar este mapa de aquellos lugares especiales. Esta fue la entrega N° 6.



