Esta reseña es de un lugar que ME ENCANTA. Se llama Tora Izakaya y está en Tucumán 2890 (Rosario). Es un bar con una propuesta sencilla pero muy bien ejecutada: street food japonesa, birra y tragos.

Tora abrió en plena pandemia. Los cuatro socios (tres tienen abuelos japoneses) estuvieron un año armándolo, porque el local (había un cafetín) estaba destrozado cuando lo agarraron.

Matías Arakaki (@matiasu78), uno de los dueños, aclara de antemano, porque se lo preguntan mucho: «No es un restaurante japonés. Es un bar». Es decir: hay pocas mesas, la gente circula mucho, y tienen turnos de dos horas y media. No es para quedarse tooooda la noche.

Lo primero que llama la atención es que está hermosamente ambientado. Le metieron ganas al detalle y se nota. Hay muchas referencias a la cultura nipona y mucha nostalgia infantil por referencias a dibujitos que veíamos de chicos.

Está todo pintado, decorado, lleno de muñecos, productos japoneses, pinturas, grafittis, máscaras, adornos y parafernalia por todos lados, hasta las lámparas, muchas relacionadas a anime, o películas de estudio ghibli.

La propuesta gastronómica es comida callejera japonesa, cerveza artesanal premium y bien seleccionada (hay de Juguetes Perdidos y Strange, que es de lo mejor hoy en el país) y tragos, algunos con sake (muy muy buenos).

Incluso sirven el sake en un cuenco y pequeños vasitos. Si lo pedís te lo sirven tibio, como se toma en algunos momentos del año en japón. Es una bebida dulce y delicada, con poco gusto a alcohol (tiene alrededor de 16º).

La música está muy bien seleccionada y es ecléctica, en la misma playlist puede sonar Embajada Boliviana, David Bowie y Buena Vista Social Club.

Kushiyaki. Son unos pinchos o brochettes japoneses a las brasas. Pedimos el combo Ryu, que trae cuatro: Mune (pechuga), negima (pollo con puerro japonés), Tsukune (albóndigas de pollo), hongos portobello con queso y uno que creo era de panceta y tomates cherry (?).

Gyozas (las de arriba de la foto). A medio camino entre un raviol y una empanada, cocinadas en líquido. Rellenas de bondiola, con repollo, jengibre y verdeo. Riquísimas, gordas, bañadas en salsa de soja.

El tempura es un lujo. Son tiras de verduras rebozadas con harina y fritas. No conozco otro lugar que lo haga así de bien. La porción es bestial y tiene de todo: cebolla, pimiento rojo, verde y amarrillo, zucchini.

Onigiri. Una bola triangular de arroz relleno de carne de cerdo y una salsa agridulce.

Después comimos Okonomiyaki, es como un panqueque con huevo, repollo, katsuobushi y alga nori hecho a la plancha, regado con salsa agridulce, jengibre y mayonesa.

En síntesis: gran lugar para ir a tomar y comer algo. La carta es piola, distinta, podés tomar sake y comer cosas que cuesta caro (y mucho laburo) hacer bien en casa. Pero sobre todo, es el ambiente japo/otaku/punk el que me vuelve loco.

Para los que siempre preguntan los precios, dejo una foto de la pizarra que tienen en la puerta.

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