Mucha luz, mobiliario de colores Wes Anderson, una buena terraza y una carta copada con reversiones modernas: todo lo que me gusta en un lugar. Estuve el sábado al mediodía almorzando en Club Growler, y es un gran opción para comer sin apuro en un ambiente cool y relajado.

Está en la zona del parque España, por Jujuy, en esa zona de barcitos donde antes estaba Quitapenas / Quillagua / El Charladero pero de la mano de enfrente. Amo este lugar de Rosario, que podría ser un corredor gastronómico buenísimo si volvieran a abrir los antes mencionados.

Fuimos adentro porque no había lugar arriba. El techo es oscuro, con curvas verdes que flotan como una remembranza industrial. El cartel encima de la barra donde se preparan las jarras de limonada, vermut o sangría le pone nombre como si fuera una marquesina de cine.

La terraza ofrece sol y una linda vista pero también la tiranía del viento. Un fondo de música pop acolchona sin invadir. Ideal para ir en grupo y pedir para compartir, o caer con alguien que te guste mucho para tomar algo arriba bajo el cielo limpio de mayo.

De la cocina, los platos salen con estética retro pero sabor a siglo XXI. Hay, por ejemplo, bruschettas con peras, queso azul y granola crocante.

Un aplauso para esta provoleta cremosa con verdeo y chutney de tomates que te devuelve la fe en las cosas simples.

Hay empanadas que gotean roquefort con cherrys y nueces. Y te traen una salsa re picante para mojarlas antes del bocado.

Junto a ese combo agridulce probamos otros tapas. La conserva de coliflor asado, pimientos asados y berenjena marca un contrapunto escabechoso en el paladar.

Y la tortilla de papas cumple en su función de darle potencia a la mesa.

Mediodía con aires neoyorquinos, vibes de club europeo y vidriera de río y parque rosarino. Frente al río Paraná, con el sol entrando entre las hojas, este lugar logra eso que a veces parece perdido: que sentarse a comer sea un momento de relax y estertores aesthetic.




CARTA Y PRECIOS
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