Hay pocos restaurantes en Rosario más lindos que Florida Comedor, un lugar mágico y hermoso que no mucha gente conoce en la zona norte de Rosario. Un bodegón chic montado en una esquina donde hubo uno de los primeros almacenes de ramos generales de la zona.
Es una pulpería reciclada Art Deco con comida de bodegón cuidada. Una mezcla preciosa. Un lugar amplio con un salón interior con ventanales enormes y un patio exterior hermoso protegido de la calle por una reja. Un lugar bien rosarino con un twist moderno.
Llego cerca de las 7 de la tarde con una sensación metálica en la boca que reconozco inmediatamente como las ganas de tomar un vermut. Me siento en una mesa que da a una ventana para mirar mejor para afuera. Me pido un Pichincha.
Mientras ojeo la carta en busca de algo para picar, llega el vaso y miro a mi alrededor. Florida es una relectura contemporánea de la arquitectura barrial rosarina. De hecho conserva gran parte del mobiliario original del almacén de ramos generales: piso, estanterías, la barra.
El ladrillo visto y la madera. La paleta de colores tierra, grises, apagados. Las plantas, los frascos, la vajilla visible y la barra larga. Todo refuerza esa idea de casa grande, de comedor compartido, de lugar de encuentro.
Ya lo decidí: voy a pedir el matambre arrollado con ensalada rusa. Antes me traen unos pinchos de champignon con alioli, morcilla con brie y una mermelada, y kani kama con mayonesa. Excelentes.
Llega el matambre. Es una joya. De solo verlo en el plato me hace sentir navideño. Que comida que me transporta a otro planeta feliz. Todo bodegón que se precie debería tenerlo en su carta. Plus: viene con pan casero calentito.
El mozo me ve con sed y me ofrece otro Pichincha. Me dice que los lunes y martes tienen el vermut 2×1. Lo acepto gustoso. De paso le pido una soda. Me traen un sifón de 1250cc. Me parece bien. Todo como corresponde.
Va bajando el sol y el lugar brilla. La iluminación sobria y elegante de globos opalinos y lámparas industriales que cuelgan del techo le dan una atmósfera cálida que invita a quedarse mientras anochece y transmite tiempo, historia y calma.
A mi me quedan ganas de probar algo más. Algo que vi en la carta y me tentó. Unos triples de miga de vitel tone. Lo pido con pudor de gordo. La salsa está bien lograda. El peceto es tierno. Tiene queso y huevo duro picado. Vienen con papas chips caseras que hacen crunch fuerte.
Cae la noche definitivamente con su manto negro y yo ya me doy por satisfecho. Apuro el último trago de vermut con un chorro de soda y me lo tomo. Me pido el auto y calculo los minutos para una dosis de tabaco. La Navidad se acerca y yo ya me la estoy comiendo.
Gracias
@vermutpichincha por apostar a este tipo de contenido. Me encanta visitar esos rincones hermosos de los bares rosarinos para armar este mapa de aquellos lugares especiales. Esta fue la entrega N° 9.
TEXTO: Nicolás Maggi


