Bajo un escalón…
Veo las pizarras vintage con letras intercambiables. Me golpea un aire de nostalgia y ya sé que estoy entrando a Junior. Me llegan los aromas del pan tostado y el café, y me sumerjo en un semisubsuelo sacado directo de los años 60.

Junior tiene un ambiente que abraza. Los cuadros de los Beatles, de los que era fan Charly, papá de las actuales dueñas. Las playlist geniales de música. Es un clásico de más de 70 años donde se come uno de los alimentos más nobles que existen: el Sándwich, en todas sus formas.

Me siento en esas mesas pequeñas. Miro la carta. Me pone contento ver que venden vermut Pichincha. Todos los lugares que lo sirven tienen algo especial. Una característica que hace de hilo conductor. Junior no podía estar afuera de esa cartografía de la singularidad rosarina.

Tengo hambre. ¿Qué me pido? Algo lindo de Junior es que mantienen las recetas: podés pedir el mismo Padrino que comías con tu papá de chico, pero también han ampliado la carta. Y la dificultad radica en que son buenos los fríos pero también los calientes. Pero es invierno.

Me siento y me pido un Lomo a la Gatella: pan árabe, queso, morrón, huevo a la plancha, mayonesa al limón y un toque de mostaza. Un banquete. ¿De dónde viene el nombre? Gatelette es el esposo de Amparo, una de las dueñas, hijas de Charly y nietas de Pepe, el gallego fundador.

La cosa es así: muchos sandwiches tienen nombres y recetas que propusieron miembros de la familia. La regla es que puede opinar el que se casó… novios no cuentan. Y si te separás, te sacan de la carta. Corta.

Como ya son las 7 y no voy a cenar, pido algo más. Me comería medio sanguche y ya estoy. Me decido por un Benito: lomo trozado en pan de miga arrollado y tostado, queso, pasta de roquefort y apio. Combinación impresionante, letal, honrada y sublime.

La historia del nombre es genial. Marcela, una tía, tenía una enfermedad y usaba un bastón para caminar al que le habían puesto de nombre Benito. Marcela inventó este sándwich como intervención del Ringo (arrollado con lomo) al que le agregó roque y apio. Visionaria.

Algo que me encanta del lugar es el mobiliario. Cuando abrió en 1953 había tablones. En el 63, cuando Pepe compró el local, contrató arquitectos que se lo diseñaron inspirado en los bares americanos de Nueva York: está hecho para que haya rotación, para que comas y te vayas.

Hay en Junior algo de hidalguía. De resistencia. De bancar los trapos y no disfrazarlo de lo que no es. Eso es una decisión. No está dejado. Le metieron luces para aggiornarlo, pero no cometieron el crimen de convertirlo en un bar nuevo igual a todos los que tuvieron su remake.

Un señor se fue a vivir afuera, vuelve después de 30 años y al entrar lagrimea: dice que es el mismo lugar donde le pidió matrimonio a su esposa, hoy fallecida. Está idéntico a como era en su memoria. Por eso llora. Todo cambia, pero Junior sigue ahí. Ojalá que por mucho más.

Gracias @vermutpichincha por apostar a este tipo de contenido. Me encanta visitar esos rincones hermosos de los bares rosarinos para armar este mapa de aquellos lugares especiales. Esta fue la entrega N° 4. Pueden ver el resto en morfar.org.

Precios
Lomo $16.600
Benito $13.500